La fatal atracción de Corea del Norte
Las noticias sobre el régimen de Pyongyang tienen un permanente factor sorpresa que va de lo atroz a lo ridículo
Quienes trabajan en redacciones web saben que un titular que hable delreino ermitaño o el Querido líder suele ser garantía de éxito (de visitas). Pero los periodistas se suelen encontrar con un dilema: ¿columna uno o columna dos? ¿Hard news (los experimientos nucleares del régimen, las torturas a disidentes) o soft news (el exjugador de la NBA Dennis Rodman visita a su “amigo” Kim Jong-un)? Corea del Norte mezcla excentricidades y tragedias de forma insólita. Y lo hace con un permanente factor sorpresa que va de lo atroz a lo ridículo.
Desde lejos, Pyongyang se acerca peligrosamente a una caricatura. Todo el mundo conoce al menos un par de anécdotas (o leyendas urbanas) sobre la dinastía iniciada por Kim Il-sung en 1948. La flor creada artificialmente para su hijo Kim Jong-il (kimjongilia), la afición extrema por el cine de éste (se habla de 20.000 cintas de video y del secuestro de actores japoneses para el provecho de la industria nacional), la escapada a Disneyland de su descendiente Kim Jong-Namy las misteriosas apariciones en escena de mujeres y hermanas del actual líder, Kim Jong-un, que por primera vez ha abierto a aficionados extranjeros el maratón anual del país con motivo del cumpleaños de su abuelo.
Detrás de las anécdotas está la hambruna, un Estado-Gran Hermano que clasifica a sus 25 millones de habitantes en función a la fidelidad al régimen, un armamento nuclear que atemoriza a los vecinos y la reciente ejecución del tío del máximo mandatario. Una comisión de Naciones Unidas ha recopilado recientemente testimonios de prisioneros políticos que aseguran haber delatado a su familia “por una ración de arroz”. Los dibujos de un superviviente de las cárceles norcoreanasponen los pelos de punta.
El misterio que se esconde al norte del paralelo 38 ha producido material abundante para libros, películas, documentales y blogs. Uno de los más interesantes es Pyongyang, una novela gráfica de Guy Delisle sobre su visita a la capital norcoreana. Querido Líder. Vivir en Corea del Norte, de Barbara Demick, retrata al país a través de los testimonios de norcoreanos que huyeron al extranjero. Las sátiras abundan en internet, un terreno vedado para los norcoreanos: desde el famoso Kim Jong-il mirando cosas hasta decenas de falsas cuentas de Twitter le quitan hierro a la mano de hierro.
Y mientras tanto, el Gobierno sigue abriendo sus fronteras para unos cuantos miles de turistas al año. Tours de ocho días a unos 2.700 dólares (sin incluir el vuelo a Pekín y los costes de visado) en los que los visitantes (“amigos”, según la web oficial de la República) son vigilados de manera constante. El régimen se felicitó a sí mismo el año pasado por las buenas perspectivas del sector turístico, mientras la tensión con el vecino del sur hacía temer el estallido de un conflicto. La tienda oficial del régimen vende por internet DVDs de gimnasia a 27 dólares. En esta redacción aún nos preguntamos si este texto o la última excentricidad asesina de esta especie de cómic sin final debe ir en columna uno o columna dos.
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